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domingo, 20 de junio de 2010


Antonio Mariscal Trujillo pronunció un muy pormenorizado y descriptivo estudio histórico sobre las visitas reales a Jerez

“En la historiografía jerezana encontramos escasas referencias a las visitas reales”

Realmente jerezana: tal que así –y en la doble acepción de ambas terminologías- ha de definirse la sesión académica que acogió el pasado martes noche el acto de ingreso como Académico Numerario de Antonio Mariscal Trujillo. Se cubrieron las expectativas del interés suscitado a partir del título de la ponencia –Las visitas reales a Jerez (de don Rodrigo a don Juan Carlos I)- y, por ende y en consecuencia, se desbordó el aforo: lleno absoluto tanto en la sala de ponencias como en la propia de acceso y la planta baja de la Academia de San Dionisio. Muchísimas personas congregadas al efecto. Presidió la sesión solemne el presidente de la Docta Casa Jerezana Joaquín Ortiz Tardío, quien estuvo acompañado por los miembros de la Junta de Gobierno Ángel Hortas Rodríguez-Pascual (vicepresidente de Artes) y Andrés Luis Cañadas Machado (Secretario General a cuyo cargo corrió la lectura del acuerdo de nombramiento de Antonio Mariscal Trujillo como Académico Numerario de la de San Dionisio).

Acompañaron a Mariscal Trujillo a la mesa presidencial los académicos numerarios Pilar Chico López y Francisco A. García Romero, así como dictaría un bellísimo discurso de contestación el presidente Honorario de esta institución cultural jerezana Francisco Fernández García-Figueras. Cabe constatar igualmente que acudieron a dicha sesión un altísimo número de miembros de la Academia, tanto Numerarios como Correspondientes. El discurso de ingreso de Antonio Mariscal satisfizo por largo a la nutridísima concurrencia. Inició su ponencia esbozando sentidas palabras de gratitud: “En noviembre de 2006, bajo la presidencia del Excelentísimo Sr. don Francisco Fernández García-Figueras, tuve la satisfacción de ser llamado a esta Real Corporación en calidad de académico correspondiente, a él quiero agradecer su gentileza por haber aceptado contestar a este mi discurso de ingreso. Hoy me cabe el honor de ocupar esta docta tribuna por quinta vez, en esta ocasión, para leer el preceptivo discurso, tras el cual, tendré el honor de pasar a formar parte de esta Real Academia en calidad de miembro Numerario. No puedo ocultar por tanto mi satisfacción por este acontecimiento. Un acontecimiento que llega en un momento único de mi existencia: el de mi "jubilación activa". Una época en la que el tren en el que hemos viajado por la vida, aminora suavemente su marcha, y se detiene en un plácido apeadero, en el que el sosiego y la calma invaden nuestro espíritu. Atrás quedaron responsabilidades, vanaglorias y luchas, siempre impuestas por la agitada vida profesional”.


“Es ahora –añadió- cuando descubrimos que el hombre se hace viejo demasiado pronto, y sabio demasiado tarde. La Real Academia Jerezana de San Dionisio fue y sigue siendo un destacado referente cultural en nuestra ciudad. Es una llama que, desde su docta tribuna, irradia el saber que la humanidad ha ido atesorando a través de los siglos. Una luz de la cultura universal que alumbra estos salones, pero que también lo debe hacer en un futuro a toda la sociedad jerezana. ¡Cuánto aprendí en ella durante los 40 años que he venido asistiendo a la mayoría de sus sesiones! ¡Cuánto admiré desde mi juventud a muchos de sus miembros!. En mi recuerdo quedaron grabadas las inolvidables figuras de D. José Cádiz Salvatierra, de D. Francisco Moreno de Herrera, de D. José Luis Ruiz de Badanelli, de D. Tomás García Figueras, de D. Victoriano Romero Palomo, del bueno de D. Servando Estrade, del recordado D. Alberto Durán o del erudito D. Isidro García del Barrio. Pensar que ellos me precedieron en esta Academia, es motivo más que suficiente para emocionarme”.
Desgranó a continuación, con pulcritud de detalles y con ornamentos verbales de gran calidad y precisión, las visitas reales que acogiera Jerez desde tiempo inmemorial a las hodiernas calendas: “La visita de un Rey a alguna de las ciudades de su reino fue siempre para éstas un acontecimiento de principal importancia. Sin embargo, en la historiografía jerezana encontramos escasas referencias a estos temas. Es sólo hasta la segunda mitad del siglo XIX, y coincidiendo con la aparición de la prensa local diaria, cuando ya encontramos detalles pormenorizados de dichos acontecimientos en estas publicaciones. La primera vez que la historia de España relaciona el paso de un monarca por tierras jerezanas fue sin duda la del rey visigodo don Rodrigo, como protagonista de un acontecimiento que cambió el curso de nuestra historia, tal fue la Batalla del Guadalete. Otra visita medieval, poco pacífica por cierto, fue la del rey Alfonso VII en su incursión por Andalucía en el año 1131. El P. Rayón en su "Historia de la Ciudad de Xerez de la Frontera" nos dice: "Tras arrasar campos, cosechas y fortalezas de Córdoba, Carmona y Sevilla, llegó a Xerez, que era una famosa ciudad, y con poca dificultad, la entraron y saquearon, y mandó el Rey derribar sus muros y prender fuego a sus edificios, dejándola inhabitable".


Los conocimientos históricos de Mariscal Trujillo molturaron una cronología exhaustiva de los hechos: “La revuelta mudéjar habida en varias poblaciones andaluzas contra el vasallaje impuesto en 1248 por Fernando III tras la conquista de Sevilla, hizo que, en 1264 un nutrido grupo de muslimes, penetraran en el Alcázar jerezano por un pasadizo secreto, dando muerte a toda su guarnición. Por este motivo, el rey Alfonso X el Sabio viene con sus tropas desde Sevilla y pone cerco a Jerez, entrando victorioso en ella el 9 de octubre de ese mismo año. Un hecho que cambiaría para siempre la historia de Jerez al ser incorporada definitivamente a los dominios cristianos, y obligar a abandonar la ciudad a toda su población musulmana. Algún tiempo después Jerez sería repoblada con familias castellanas y leonesas principalmente. Parece ser que el Rey Sabio volvió por aquí cuatro años más tarde, concretamente el 17 de febrero de 1268; fue cuando al visitar al caballero Diego Pérez de Vargas en uno de sus viñedos le dijo aquella célebre frase: "a tal podador tal sarmentador".

No faltó mención al rey Enrique de Navarra ni a Alfonso XI quien “durante la Semana Santa de 1343 asistió en nuestra ciudad a los Santos Oficios, anduvo por las estaciones del Vía Crucis y acompañó a la procesión del Santo Entierro. Tras ello, se marchó de Jerez con toda la gente que pudo reunir, así como una buena dotación de caballos y armas para la conquista de Algeciras. Volvería en diversas ocasiones y en una de ellas, según la tradición, regaló a la parroquia de San Lucas una imagen de campaña de la Virgen de Guadalupe, que desde entonces en aquel templo recibe culto. En 1350, Alfonso XI vendría por última vez a nuestra ciudad, pero lo haría ya cadáver. Había fallecido victima de una epidemia de peste”. El rey Enrique IV, los Reyes Católicos –“difieren los historiadores sobre la fecha exacta en la que tuvo lugar esta visita. Nosotros nos inclinamos por la que cita el P. Rallón en su Historia de Jerez, la del 7 de octubre de 1478”- o Felipe V pronto se convirtieron en protagonistas activos según los dictados de la narración –trufada de imágenes plásticas y de ilustrativos anecdotarios- de Antonio Mariscal. Asimismo Carlos IV y José Bonaparte: “El 4 de febrero de 1810 día lluvioso y desapacible, lo recuerdan las crónicas como uno de los días más tristes de la historia de nuestra ciudad. A primeras horas de la mañana entraban por el paseo de Capuchinos las tropas francesas pertenecientes al primer cuerpo de ejército de Napoleón. Una parte de dicha fuerza ocupó nuestra ciudad, continuando el grueso de la tropa en dirección al Puerto de Santa María y Cádiz. El domingo día 19 de ese mismo mes, a las doce del mediodía, hacía su entrada a caballo por el Altillo el rey intruso José Bonaparte, venía acompañado de varios de sus generales y una nutrida escolta. En dicho lugar fue recibido por una comisión del Ayuntamiento nombrada al efecto, trasladándose inmediatamente en un recorrido por Capuchinos, Llano de San Sebastián, Larga, Consistorio, Plateros y Francos al hoy desaparecido palacio de los marqueses de los Álamos del Guadalete en dicha última calle, el cual había sido previamente confiscado a sus propietarios para tal fin. Al día siguiente el Ayuntamiento en reunión solemne, se vio obligado a proclamar la soberanía de José I y el acatamiento y fidelidad al mismo, nombrándose una junta de vinateros y labradores para, entre todos, suministrar a las fuerzas de ocupación el vino y los alimentos que tuviesen que consumir. Ello, como es de suponer, condujo a una época de hambre y carestía como pocas veces se había conocido”.

En mayo de 1816 la segunda esposa de Fernando VII, doña Isabel de Braganza y Borbón, hija del rey de Portugal, en tránsito desde Cádiz a Madrid, efectuaría una breve parada en el Real Alcázar, justo el tiempo para descansar un poco y abastecer de provisiones para el viaje a su numeroso séquito. Semanas antes se había casado por poderes con el monarca español y marchaba a la Capital para encontrarse con su esposo por primera vez. “Seis años más tarde, en octubre de 1822, la Santa Alianza formada por Francia, Austria y Rusia, decide en el Congreso de Verona acudir en ayuda Fernando VII, el cual había sido obligado a jurar la Constitución liberal de 1812, tras el pronunciamiento de Riego en Las Cabezas, encontrándose a la sazón retenido en Cádiz junto a su familia. Fruto de dicha ayuda, un ejército compuesto por 132.000 soldados franceses, conocidos por la historia como los Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del Duque de Angulema, atraviesa los Pirineos en Abril de 1823”.

Singularmente atractivos fueron los capítulos dedicados a las visitas de la Reina Isabel II, Alfonso XII –“el 26 de marzo de 1877, el joven monarca giraría su primera visita a Jerez como rey. Fue una visita relámpago que con toda certeza realizó para corresponder a la invitación de dos influyentes y ricos bodegueros como eran Manuel María González Ángel, fundador de la firma bodeguera González Byass y de Manuel Misa y Bertemati, conde de Bayona, propietario de la de Misa- Alfonso XIII –“en dos ocasiones visitaría Jerez a lo largo de su reinado el rey don Alfonso XIII. La primera de ellas lo fue en 1904 cuando sólo contaba 18 años de edad. La segunda vez lo haría en abril de 1925. Vamos a comenzar con la crónica de su primera visita- y Juan Carlos I.


Antonio Mariscal Trujillo recibió una fortísima ovación al término de su discurso de ingreso en la Academia. A modo de epílogo indicó que “con este discurso, he querido rendir mi particular homenaje de admiración y respeto a la institución monárquica española, encarnada hoy en S.M. el Rey don Juan Carlos I, bajo cuyo reinado nuestra Nación ha conocido, a pesar de sus muchos avatares, la mejor y más dilatada época de paz, estabilidad, progreso y prestigio de toda su larga historia”.

Se Adjunta fotografía del acto de ingreso de Antonio Mariscal Trujillo como Académico Numerario de la de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras.

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