“¡Qué bonita vocación me dejó mi padre! ¡Tengo en mi memoria cada éxito, cada lugar, cada público, cada fracaso!”
“Sin duda de ninguna clase el tiempo es el que mejor doma al caballo y al hombre”
El rejoneador Álvaro Domecq Romero dictó el martes un emocionado y rememorativo discurso de ingreso como Académico Correspondiente de la Real Academia de San Dionisio
Emocionado a ratos, nostálgico la mayor de las veces, agradecido siempre, exaltador y entrañable, jerezanísimo por los cuatro costados, Álvaro Domecq dictó una glosa directa y dilecta sobre “el caballo y el arte” en su discurso de ingreso como Académico Correspondiente de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras. El pasado martes 26 de los corrientes la sede de la docta casa jerezana se pobló de un nutridísimo número de personas que abarrotaron el aforo para respaldar la incorporación académica de este auténtico impulsor del arte ecuestre tanto a nivel nacional como –sin duda de ninguna clase- internacional.
Presidió el solemne acto el presidente titular de la Academia Jerezana Joaquín Ortiz Tardío, corriendo la presentación del ponente a cargo del Presidente de Honor Francisco Fernández García-Figueras -quien cuajó un emocionante y emocionado discurso cuyo último tramo logró derramar lágrimas en la memoria de un “descolocado” Álvaro Domecq entonces ya inmerso de lleno, al decir de Fernández García-Figueras, “en las entrañas de su padre y maestro en jerezanía y en nobleza personal”-.
“Los recuerdos de mi niñez –comenzó diciendo Domecq- han de remontarse necesariamente al letrero que presidía las cuadras de mi padre y que señalaba aquello de ‘El caballo es mi vocación’ (…) O cómo el cuidador de los caballos siempre apuntaba la misma sentencia a la llegada de mi padre: ‘Don Álvaro, los caballos sin novedad’ (…) Tuve la suerte, de niño, de convivir con grandes hombres conocedores del mundo del caballo”.
Señaló que “no olvidaré jamás cómo jugaba en el Ayuntamiento cuando mi padre era alcalde. Fue una gran época para mi padre porque le puso mucho cariño a todo cuanto hizo por el Ayuntamiento”. Álvaro Domecq hizo un exhaustivo recorrido por su trayectoria vital –casi cronológica- emparentándola indisolublemente con su recorrido profesional o, lo que viene a significar lo mismo, con su acendrada vocación y evolución por el género ecuestre. Subrayó su admiración y refrendo por artistas incuestionables, geniales en suma, paridos por esta tierra jerezana –“Rafael de Paula y su duende”. No dudó en desglosar el significado del arte: “¿Qué es el arte? Dicen que un misterio que nace del corazón del hombre. Yo creo que todos los que vivimos en Jerez estamos acostumbrados a convivir con el arte. Es impresionante la cantidad de artistas que ha dado Jerez”.
Álvaro Domecq recorrió la estela de los recuerdos despacio “como planean las águilas seguras de su presa, despacio, virtud suprema del toreo, como se doma un caballo, como se besa y se quiere, como canta y se bebe, como se reza y se ama, despacio”. Su remembranza descansaría sobre “tantos toros, tantos caballos, tantos hoteles y tantas plazas”. Ciudades, países, el toreo, ruedos, ciudades, sentimiento a caballo, la significación del verdadero arte. “¡Qué bonita vocación me dejó mi padre! ¡Tengo en mi memoria cada éxito, cada lugar, cada público, cada fracaso!”.
Paseó Álvaro Domecq por la historiografía de los orígenes de la equitación. El pensamiento filosófico, la heroicidad de los renovadores, los jinetes innovadores. Para derivar en su experiencia como impulsor de la expresión ecuestre en España. Y el hito –cabriolas y corvetas- de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre. “Recorrimos México, Venezuela, Argentina y luego nos centramos en Europa” (…) Mantenemos un modo de entender la equitación según la majestuosidad de entender el movimiento. Siempre resaltando la sangre del caballo español”.
“Sin duda de ninguna clase el tiempo es el que mejor doma al caballo y al hombre”
El rejoneador Álvaro Domecq Romero dictó el martes un emocionado y rememorativo discurso de ingreso como Académico Correspondiente de la Real Academia de San Dionisio
Emocionado a ratos, nostálgico la mayor de las veces, agradecido siempre, exaltador y entrañable, jerezanísimo por los cuatro costados, Álvaro Domecq dictó una glosa directa y dilecta sobre “el caballo y el arte” en su discurso de ingreso como Académico Correspondiente de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras. El pasado martes 26 de los corrientes la sede de la docta casa jerezana se pobló de un nutridísimo número de personas que abarrotaron el aforo para respaldar la incorporación académica de este auténtico impulsor del arte ecuestre tanto a nivel nacional como –sin duda de ninguna clase- internacional.
Presidió el solemne acto el presidente titular de la Academia Jerezana Joaquín Ortiz Tardío, corriendo la presentación del ponente a cargo del Presidente de Honor Francisco Fernández García-Figueras -quien cuajó un emocionante y emocionado discurso cuyo último tramo logró derramar lágrimas en la memoria de un “descolocado” Álvaro Domecq entonces ya inmerso de lleno, al decir de Fernández García-Figueras, “en las entrañas de su padre y maestro en jerezanía y en nobleza personal”-.
“Los recuerdos de mi niñez –comenzó diciendo Domecq- han de remontarse necesariamente al letrero que presidía las cuadras de mi padre y que señalaba aquello de ‘El caballo es mi vocación’ (…) O cómo el cuidador de los caballos siempre apuntaba la misma sentencia a la llegada de mi padre: ‘Don Álvaro, los caballos sin novedad’ (…) Tuve la suerte, de niño, de convivir con grandes hombres conocedores del mundo del caballo”.
Señaló que “no olvidaré jamás cómo jugaba en el Ayuntamiento cuando mi padre era alcalde. Fue una gran época para mi padre porque le puso mucho cariño a todo cuanto hizo por el Ayuntamiento”. Álvaro Domecq hizo un exhaustivo recorrido por su trayectoria vital –casi cronológica- emparentándola indisolublemente con su recorrido profesional o, lo que viene a significar lo mismo, con su acendrada vocación y evolución por el género ecuestre. Subrayó su admiración y refrendo por artistas incuestionables, geniales en suma, paridos por esta tierra jerezana –“Rafael de Paula y su duende”. No dudó en desglosar el significado del arte: “¿Qué es el arte? Dicen que un misterio que nace del corazón del hombre. Yo creo que todos los que vivimos en Jerez estamos acostumbrados a convivir con el arte. Es impresionante la cantidad de artistas que ha dado Jerez”.
Álvaro Domecq recorrió la estela de los recuerdos despacio “como planean las águilas seguras de su presa, despacio, virtud suprema del toreo, como se doma un caballo, como se besa y se quiere, como canta y se bebe, como se reza y se ama, despacio”. Su remembranza descansaría sobre “tantos toros, tantos caballos, tantos hoteles y tantas plazas”. Ciudades, países, el toreo, ruedos, ciudades, sentimiento a caballo, la significación del verdadero arte. “¡Qué bonita vocación me dejó mi padre! ¡Tengo en mi memoria cada éxito, cada lugar, cada público, cada fracaso!”.
Paseó Álvaro Domecq por la historiografía de los orígenes de la equitación. El pensamiento filosófico, la heroicidad de los renovadores, los jinetes innovadores. Para derivar en su experiencia como impulsor de la expresión ecuestre en España. Y el hito –cabriolas y corvetas- de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre. “Recorrimos México, Venezuela, Argentina y luego nos centramos en Europa” (…) Mantenemos un modo de entender la equitación según la majestuosidad de entender el movimiento. Siempre resaltando la sangre del caballo español”.